Ese hombre se metió en mi cabeza
y yo le mordí con mis fauces de palabras de humo
porque se hizo imposible
saber qué pretendía sin arañar a la Luna
sin abrir la puerta al amor sin resistencias
porque se hizo imposible
no ser esclava de la locura de mi propia mujer vencida.
Ese hombre condenó mi cuerpo y mi vida
a vagar
en el oasis de sus ojos y su boca
y ahora yo
firmo mi propia sentencia que me condena
a ser su nido y su espada.
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