lunes, 10 de febrero de 2014

En mi cuerpo hay una tormenta
como si esta fría estación fuera a invitarme a pasar la vida
como si el tiempo fuera un carcelero
y los días, un desvencijado columpio de locura.
En mis días hay un olor a madreselvas
un cielo contagiado de nostalgias y dulce veneno
días aterciopelados de lluvia sonora y dinamita
que estrangulan el miedo y me hacen soñar con viejos fantasmas
días como soldados que van a morir sin patria
días monótonos que acuchillan el vértigo de saberme presa de terribles aullidos
días de veneno por la intransigente desnudez del miedo a las marchitas horas.
Sólo me queda la calle desierta, un muro aferrado a la piel del mar
la vida contando los instantes congelados por el vacío de la soledad.
Sólo tengo los días contados por el tragaluz del silencio de las calles dormidas
y un pensamiento, que cada segundo no mate mis sueños...

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