martes, 18 de febrero de 2014

Vivo en el país de los ciegos
las calles llenas de testigos silenciosos
y la mar golpeando el gatillo del salitre de este poema.
Balas de humo en los labios del silencio
despidiéndose del tiempo roído por los sueños incómodos
forjando enemigos en plena noche
por el resentimiento de la palabra mal dicha.
Hay quien sospecha de su propia sombra
pero no puede acallar su alma y grita!
No hay cerrojos para el murmullo de la libertad
que aprende, que en las calles, se huelen las flores de la revolución...

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