He tenido que aprender yo sola
aferrada a volar sin alas
como si no quedaran puertos donde amarrar el cuerpo
con el viento en contra
aprender a deshabitar las calles
a no perder cuando amenaza la locura.
Supe convenir con las nubes los sueños
conspirar mi lengua con el silencio de las décadas
convertir el mar en un cajón de sastre y vestirme de olas
mientras todo pasa en los siglos de mi casa.
Ahora abro las puertas a las esquinas de mi cuerpo
y bebo de las tormentas
estoy a salvo mientras me vuelvo invisible a los ojos de la tierra.
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