lunes, 21 de octubre de 2013

Qué ingenua
al alimentar mi alma con obsesiones
al beber de la tarde su mandrágora
al creer que la vida no tiene deudas
que no es cárcel morir cada noche
que no se hace necesaria cada gota de resistencia.

No respondo a la muerte de las flores
al ingrato desvarío de mis días grises
a la imprudencia que roe mi desmemoria.
Es mi perdición cauterizar el final insatisfecho
robar la paz del silencio de las piedras
asesinar la luz del sol en mi puerta.

Es delirio horadar el territorio de los sueños
acribillar la seguridad del amor
caer en el precipicio del nudo en la garganta.
Es delirio ser la decisión de la locura
perder el mundo y perder la libertad.


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