lunes, 31 de marzo de 2014

Aunque las nubes hurgaban en el mismo cielo
y ese mismo cielo era tu techo y tu pueblo
no hubo nunca una calle desierta
aunque la misma melancolía fuera terrible
aunque las estrellas fueran de fuego
nunca dijiste que abandonabas los días,
nunca decidiste adentrarte en la soledad.
Aunque niegues que las calles reconocen tu propia voz
eres el duende de las caracolas
decidido a salvar hasta la última contradicción.



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