jueves, 17 de enero de 2013

En el puerto


La llanura ha sido plantada por el océano.
El marinero no amarra cábalas en su destino
mientras que la piel del mar se deshoja
como si mil caléndulas marinas orasen
como si el unicornio marino bailase en las orillas.

Toda marea tiene fin, aquí, en Sulimia
donde las caracolas a coro afinan su canto
para conquistar a Neptuno mientras labra los abismos
donde las algas juegan a nereidas arrepentidas
como si naufragar fuera cosa de sirenas revolucionarias.

Los pasajeros apresuran la hora tempestiva
mareados, perdidos en alta mar
y el barco sin fronteras
afina la batuta oteando un horizonte cimbreante
un final en el puerto de un sueño divino...

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