Nada es para siempre
Aprendí a caminar sola, y caí, y aprendí de nuevo y, volví a caer, aprendí lo desaprendido para volver a aprender a caminar, sola, siempre sola...
Escribí sola, para el viento, en la arena, bajo las piedras, le conté al silencio, a la luz, escribí sola en la oscuridad de la memoria, en la tempestad de lo ignoto...
Y amé, sola, en compañía de algún duende o de un viejo mar, pero sola, hasta que te encontré y me devolviste la libertad. Me enseñastes que nada es para siempre...
Aprendí a amar la eternidad comiendo de tu boca de pájaro azul...
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