Lo obvio cuesta tanto
como no amarte
como vivir en Marte
y su fuerza derribarme.
De tantos errores,
ultimamente
ando distraída
pero no manifiesto síntomas
de mi enfermedad pétrea.
Sucede que ando ensayando
-sin saber cómo ni cuando-
como arder despuntando magarzas...
Y ya llega el invierno
y yo, destornillada y morfinada
con ansias de ti y de tus achaques
de peregrino guerrillero.
Pero nunca, por vencidos
más retengo las cornalinas de tus ojos
en mi piel anárquica de átomos
como si ese árbol de ti me arrastrase
hacia la estela de tus raíces.
.
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