Devuélveme tan sólo una palabra
que anide en la infinitud del relámpago
que me eleve a tu cielo de helechos
que no entienden de huesos sin florecer
de una piel de incertidumbres
en las vértebras del trueno
en el jaleo de la naturaleza fragmentada
resistiendo un segundo más
hasta que no queden parquedades de besos
y cada boca exiliada en un vino dulce de anémonas
un rompeolas que arranque pasos sin cicatrizar
esta pizca de sueños que me vuelven loca
porque no encuentro tu olor en las calles desalmadas
echándote de menos al anunciarse el alba de algas
y tú, escindido de Itaca, en los remolinos de la esperanza.
Pase lo que pase, quisiera ser tu voz, un instante, al menos
sin que tus pies, huyan de mis horizontes.
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