Porque sí, porque de tus pasos
hasta florecían los palmerales
y sus támaras fueron de nidos de mirlos
y a cada paso florecían los mirtos
y de níscalos los nidos de tu amor.
Y el vuelo de un mensajero dionisiaco
hacía promesas en los callaos horadados
a tu paso, tan siquiera Altair te hablaba
y nada en vano o inútil en ti
ni tu sementera en la lluvia de malaquitas
ni tu espejo en la boca de la memoria,
en mi mente
bordando la luz de este sometimiento
hasta ti, balanceando un fuego labrado
a golpes de cobre, tu historia...
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