Una playa donde encallar
en sus ojos abismales
ya quisiera ser su error
cada día, sin embargo, encantarle
y que su eco, susurro de manglares
me salvase de este rezo.
Arder en sus palabras
matiz de sus costillas
rendida y furtiva,
locamente encelada
y que llueva eternamentemente, a sus pies
cambiar el mundo
y aquel Sol a sus pies, mi amuleto
hasta ser nada más que aire en su vivir.
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