sábado, 5 de noviembre de 2011

Quién presintió la floración de la mañana
quién ceñido al puño deshojó el miedo...

No, nunca fui un ángel de alas cosidas a la piel de la Tierra
pero sí sentía como me nacían raíces en la adolescencia
raíces de agua, de kunzita, raíces en el cabello, en las uñas
y eran garras contra la bendición de las religiones
porque todavía me asombro y me aturde la niebla de un mito
la ancestral partida de ajedrez entre un mortal y un dios
todavía me deslumbra la tenue mirada del milagro que predicen...

No, nunca guardé el pudor de una mariposa
ni tuve alas de murciélago que cubrieran la parda boca del amor
sólo me acostumbré a buscar la solución a tantas incógnitas
me extasiaba de una ola y de un baobab, me empapaban
me desnudé ante la flor de un cactus que iba a morir al amanecer
me bautizaron hija de la Luna y yo rendí tributos a su telaraña
no entiendo cómo un reptil puede crecer desde los huesos
ser esta mujer, un desorden divino, una soberbia mirada, un desatino...

No, nunca aprendí a reír y a llorar en los cementerios del tiempo
tampoco mis ojos interrogaban la parálisis
ni la aurora me despertó alguna vez para naufragar en esta isla...

 
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